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Marcos López Megía

 

Es un veterano experimentado en las artes marciales tradicionales y maestro en etiqueta marcial. Desde su más temprana infancia, por tradición familiar, Marcos se inició en algunas de las tradiciones más originales de Japón. Es 5 Danº de Karate y practicante de varias escuelas tradicionales de artes marciales japonesas, donde tiene una dilatada experiencia marcial. Marcos, además, ostenta varias titulaciones de carácter universitario en el campo de la neurociencia y la psicología, titulado como Técnico Superior en psicomotricidad infantil y psicomotricidad socioeducativa, también posee titulación y un amplio conocimiento en biomecánica deportiva y entrenamiento personal. Es licenciado en Medicina Tradicional China en las Universidades médicas de Yunnan y Beijing.

 

Mi historia

Desde muy pequeño, las artes marciales formaron parte de mi vida. No fue una elección consciente al principio, sino una tradición familiar que me acogió con naturalidad. Mi padre y mis hermanos ya practicaban karate, así que con apenas tres años pisé por primera vez un tatami. Desde entonces, ese espacio se convirtió en mi segundo hogar. Las tardes y los fines de semana giraban siempre en torno al karate, y aunque era pequeño, algo en mí ya comprendía que aquello no era solo una actividad más.

Por pura curiosidad —y tal vez también por necesidad de moverme constantemente—, empecé a practicar baile deportivo. Lo que comenzó como una forma de expresión distinta, terminó siendo otra gran pasión. Durante diez años competí de manera profesional, mientras seguía entrenando karate y, por supuesto, cumpliendo con mis estudios. Fueron años intensos, en los que aprendí a equilibrar mi energía entre el arte marcial, el baile, el movimiento y la disciplina que todo eso conlleva.

Pero el karate tenía algo distinto. Era el lugar donde me sentía conectado con mi yo interior, donde compartía no solo el sudor, sino también los valores. A los 19 años, decidí viajar a Japón por primera vez. A esa edad ya me sentía un loco enamorado del mundo marcial tradicional, y ese viaje fue un punto de inflexión. Conocer la cuna del karate y sumergirme en la profundidad del Budō japonés confirmó lo que ya sabía: esto no era solo una práctica física, era un camino de vida.

Desde entonces, no he dejado de entrenar ni de aprender. Hoy dirijo mi propio Dojo (lugar de entrenamiento), y me dedico profesionalmente a la enseñanza del karate y otras disciplinas marciales. Es un proyecto que refleja todo lo vivido, aprendido y compartido en estos años, y que sigue creciendo día a día.

Además de las artes marciales, soy un apasionado de la lectura. He leído más de mil quinientos libros, y considero la lectura una parte fundamental del aprendizaje y del desarrollo personal. Para mí, cada libro es una conversación, una guía o una nueva forma de entender el mundo. Leer ha sido siempre una manera de entrenar también la mente.

En paralelo, siempre fui inquieto a nivel intelectual. Después de graduarme en electromecánica industrial, comencé estudios de ingeniería mecánica, pero decidí dejarlo para enfocarme en física, otra de mis grandes pasiones. Antes de todo eso, ya me había licenciado en Medicina Tradicional China por las Universidades de Yunnan y Beijing, algo que me dio una perspectiva más holística del cuerpo, la salud y la energía.

A lo largo de los años también pasé por muchos trabajos: turnos de noche, condiciones duras, momentos de duda… pero todo formó parte del aprendizaje. Emprendí varios negocios, desde una consulta de Medicina Tradicional China hasta un centro multideportivo, lo que me permitió conocer el valor del esfuerzo, la gestión y la constancia.

Hoy miro atrás y entiendo que todo formaba parte de un mismo camino. La vía del guerrero moderno: alguien que no solo entrena el cuerpo, sino que construye una vida coherente con sus valores, que aprende de cada experiencia y que busca crecer, siempre, un paso más allá.

 
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